Decidí seguirla, con lo patosa que era, podría hacerse daño. Seguí su aroma, ese tan característico de ella, olor a lilas y una pizca de vainilla.
El camino que ella había seguido era el que yo utilicé cuando la llevé hasta mi guarida. Podía oír sus sollozos y sentía como mi corazón sin sangre empezaba a encoger, mi garganta estaba dolorida y sentía un terrible escozor en los ojos.
No quería que ella fuese como yo, una criatura inmunda, una persona muerta, que vaga por los bosques en busca de algo para satisfacer sus necesidades primarias. Podía sentir su corazón palpitar a rápida velocidad, estaba cerca, su aroma era cada vez más intenso, al igual que el ruido de las lágrimas cayendo por sus mejillas.
La encontré, estaba hecha un ovillo, tirada en la hierba de la orilla del río, como la había encontrado minutos antes. Sentía atracción hacia ella, era tal, que me costaba demasiado aguantarme. Quería tocarla, besarla, pero si lo hacía, ella moriría o peor, se convertiría en un Cazador de Almas, como yo.
- Hayley - susurré su nombre y ella giró la cara en mi dirección. Su piel se había emblanquecido, sus ojos estaban colorados y sus labios extrañamente morados.
- Vete - me espetó.
- Lo siento - dije intentando ayudarla a levantarse.
- No, no hay lo siento, no hay nada - dijo ella agarrándose a una de las raíces que del árbol que más cerca se encontraba.
Ella me tenía asco y no me extrañaba, yo también me lo tendría, la había tratado mal, y encima siendo lo que soy.
No quería que ella fuese como yo, una criatura inmunda, una persona muerta, que vaga por los bosques en busca de algo para satisfacer sus necesidades primarias. Podía sentir su corazón palpitar a rápida velocidad, estaba cerca, su aroma era cada vez más intenso, al igual que el ruido de las lágrimas cayendo por sus mejillas.
La encontré, estaba hecha un ovillo, tirada en la hierba de la orilla del río, como la había encontrado minutos antes. Sentía atracción hacia ella, era tal, que me costaba demasiado aguantarme. Quería tocarla, besarla, pero si lo hacía, ella moriría o peor, se convertiría en un Cazador de Almas, como yo.
- Hayley - susurré su nombre y ella giró la cara en mi dirección. Su piel se había emblanquecido, sus ojos estaban colorados y sus labios extrañamente morados.
- Vete - me espetó.
- Lo siento - dije intentando ayudarla a levantarse.
- No, no hay lo siento, no hay nada - dijo ella agarrándose a una de las raíces que del árbol que más cerca se encontraba.
Ella me tenía asco y no me extrañaba, yo también me lo tendría, la había tratado mal, y encima siendo lo que soy.