viernes, 31 de diciembre de 2010

Cap 3.

Cuando Rob me cogió a su espalda sentí un fuerte escalofrío, una enorme sacudida, algo que solo se siente una vez, no podía ser él, solo habíamos cruzado tres palabras, no podía ser él ¿Mi primer amor verdadero? ¡No! ¡Él no! Si es un desconocido, solo sabía su nombre. ¿Cómo podía tener toda aquella explosión de sentimientos si no sabía nada de él? Era muy atractivo, bastante, pero yo no sabía mucho más, solo que me había ayudado y me había dado un susto de muerte.
- ¿Vas bien? – preguntó al empujarme un poco hacia arriba para que no me hiciera daño.
- Sí… - susurré a su oído.
- Muy bien – Rob sonrió algo incómodo.
Apoyé mi cabeza en su hombro para intentar relajarme, Rob olía muy bien, con todo el calor que hacía no perdió el aroma. Era una especie de mezcla entre hierba recién cortada y tulipán. Oler su aroma daba una sensación tan placentera que era imposible seguir consciente de lo que estabas haciendo.
- ¡Hey! No te duermas – dijo mientras miraba hacia atrás, nuestros labios se rozaron sin querer.
Me puse colorada, y él igual, no habría llagado a una milésima de segundo, pero para mí, eso había significado mucho. ¡Sus labios! Eran suaves, cálidos y sabrosos. Llegamos hasta una casa dentro del bosque, no parecía haber nadie, ¿Rob vivía solo?
- Ya hemos llegado – dijo mientras me bajaba suavemente.
- Gracias – dije agarrándome a su brazo para mantener el equilibrio.
- No hay de qué – dijo sonriendo.
Entramos dentro de aquella casa, era enorme. Tenía un recibidor bastante grande. Aunque era un poco pequeña pero muy acogedora. Nada más entrar por la puerta se veía el salón con un sillón negro de piel, una lámpara grande que alumbraba todo el salón y una tele de plasma. Luego en la izquierda se encontraba la cocina era bastante grande con encimeras y vitrocerámica, los armarios con todo lo necesario: platos, vasos,etc y una mesa grande de madera bastante bonita. Fui al dormitorio, como pude agarrándome por las paredes o los muebles que había. Simplemente había una cama con unas sábanas azules puestas, un armario de 4 puertas y un escritorio con un ordenador portátil. Pero una voz hizo que saliera de mis pensamientos:

-Oye, ¿quieres un refresco o algo?-dijo Rob gritando
-Sí, una Coca-Cola, si tienes-le contesté.

Volví hasta el salón y me senté directamente en el sillón negro de piel. Blando pero acogedor. Rob vino con los refrescos y la verdad nose por qué pero tenía unas ganas irremediables de besarle.

-Hayley, ¡contrólate!-me grité a mi misma.
-¿De qué te tienes que controlar?-dijo Rob.
-Emm...Yo...de...na...nada.-dije tartamudeando.

Nosé por qué pero el se fue acercando poco a poco hacia a mí, tanto que nuestras caras estaban apenas a 2 cm de distancia.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Cap 2.

El chico se acercó a mí, en las manos llevaba unos guantes de cuero negro, estábamos en verano ¿qué hacía con esos guantes? Sacó del bolsillo una gasa y me la puso en la rodilla.
Miré al chico a los ojos y me tranquilicé, no sé por qué, pero ese chico transmitía una paz enorme al mirarlo a los ojos. Abrí la boca para preguntarle quién era, pero él me chistó antes de que pudiera decir palabra.
- Es mejor que no digas nada – me dijo mientras curaba la herida.
Cerré los ojos del puro dolor que sentía en la pierna, ¿qué estaba haciendo? Hace dos segundos yo estaba corriendo despavorida por el miedo que él me había provocado, pero ahora él me sanaba la rodilla, la que me había dañado huyendo de él. Sentí como la zona afectada por el golpe me ardía, ¿Qué me había echado en la herida?
- ¡¡Ahhg!! – exclamé por el dolor.
- Tranquila, ya acabo – dijo él con una voz suave.
El chico terminó de sanarme la herida y me miró de una forma enternecedora, yo no podía evitar sonreír al verle la cara, era muy guapo. Tenía algunas pecas, pero no muchas. Me dio la mano y me ayudó a reincorporarme.
- ¿Qué pretendes hacerme? – pregunté algo asustada.
- Nada, solo quería ayudarte, pero si quieres me marcho y te dejo aquí sola – dijo él levantándose.
- No, no me dejes sola, por favor, no estoy bien – dije tirando de su mano.
- ¿Cómo te llamas? – me preguntó el chico sentándose a mi lado en el suelo.
- Hayley ¿y tú? – dije mientras miraba mi rodilla vendada.
- Rob – dijo él observando el río.

Nos quedamos unos segundos mirándonos y sentí que el corazón se me iba a salir del pecho. Nose por qué, pero no podía mirarle más, era como si con los ojos me traspasara. Odiaba que me mirasen así, pero en ese momento me gustó. Después me siguió hablando pero no le escuchaba.

-¿Estás bien?- dijo con cara de preocupación.
-Emm... sí, sí- le contesté.
-¿Quieres que te acompañe a tu casa?- me preguntó a la vez que me ayudaba a levantarme.
-Si te digo la verdad, ahora mismo es el sitio en el que menos querría estar- respondí nerviosa.
-Vale, pues ven conmigo. Vamos a otro sitio- contestó el.
-¿Adonde?- pregunté asustada.
-A tomar algo- dijo.
-Va...Vale- respondí algo asustada

No podía andar bien porque me dolía mucho la rodilla, pero él me cogió y me subió en su espalda. Nos fuimos de aquel lugar, de mi lugar preferido. Pero esta vez el que me había hecho olvidame de todo había sido él, Rob.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Cap 1.

Era 12 de julio y yo estaba en casa esperando a que mis padres llegaran de casa de mi abuela, dijeron que volverían a las dos y ya eran las seis, ¿dónde estaban? Me habían prometido ir al centro comercial para poder comprar la ropa para mi cumpleaños. Decidí llamar al teléfono de mi madre, no cogía ¿qué les pasaba? Me empecé a preocupar, así que intenté tranquilizarme. De pronto sonó el teléfono de casa, fui rápida a coger el teléfono, esperando que fuera mamá, pero no, era un señor que llamaba desde el hospital.
- ¿Es la hija de Thomas y Kate Stephenson? – preguntó el señor del hospital.
- Sí, ¿qué ha ocurrido? – pregunté asustada.
- Sus padres han tenido un accidente con el coche, acaban de llegar, solo quería informarle de su estado, y es crítico. Sus padres están en coma inducido, lo siento – el señor que me decía todas esas cosas tenía la voz quebrada, yo me puse a llorar, ¿por qué ellos? ¿Por qué tenían que ser mis padres los que estaban en esas camillas del hospital? - ¿Quiere venir a verlos?
En ese momento yo no podía hablar, solo quería tirarme por un balcón, no me salía la voz. Quería destrozar todo, pero me era imposible.
- No puedo – conseguí decir.
- Está bien, cuando se encuentre mejor, por favor avísenos – colgué cuando el señor que estaba al otro lado de la línea.

No podía pensar en nada ni en nadie. ¿Qué hago yo ahora? Correr, sí, esa es la mejor solución. En este momento no podía hacer otra cosa nada más que huir. Huir de todo cuanto podía, esto no lo podía soportar. Salí de mi casa corriendo como nunca lo había hecho y me dirigí a aquel lugar donde suelo ir, a ese río tan maravilloso que solo con su sonido consigue que se me olvide todo lo que me pasa. Directamente me derrumbé esta vez ni el sonido del río consiguió calmarme. Empecé a gritar y a llorar con todas mis fuerzas, como nunca antes lo había hecho. De repente, noté como alguien me tocaba el hombro, me di la vuelta y allí le ví, era un chico moreno con unos ojos almendrados preciosos tendría más o menos mi edad 16 o 17, pero nose por qué mi instinto decía que debía de salir corriendo y así lo hice, dejando atrás a él, a mis gritos, a mis lágrimas, en definitiva a todo. Pero me tropecé con una piedra o algo y me caí de boca contra el suelo, mierda, tenía la rodilla sangrando y la barbilla con un rasguño. Ví que alguien venía corriendo hacía a mí, era él, no, no, otra vez no.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Introducción :)

En esta historia te darás cuenta de como alguien puede cambiar tu vida por completo. De que no importa el tiempo de que lo conozcas porque en poco tiempo te volverás loc@.
Como un fuerte golpe Rob entró en su vida, ella pensó al principio de que sería algo normal, pero no. Era una de esas cosas que te cambian la vida para siempre, de esas cosas que solo ocurren una vez. Esas cosas que son recordadas para la eternidad, esas cosas que te hace daño recordar cuando las pierdes, y sonreír cuando aun la conservas. Los sentimientos que te hacen fiarte de alguien sin conocerlo, pensar que no quiere hacerte daño.